‘¿Te gustan los videojuegos? Puedes vivir de ello’. Así titulaba El País, hace ya cuatro años, una noticia que, con intención, situaba en la sección de economía en vez de en tecnología o cultura. ‘El futuro de los desarrolladores de videojuegos está fuera de España’, decía en cambio el ABC un tiempo después. Para ellos, en España, la profesión estaba muerta.
Si nos guiamos por los medios nada parece tener sentido. Se recomienda la programación como una de las carreras con más futuro en España y, sin embargo, las altas cifras de paro en el sector así como las condiciones, en extremo precarias, que sufren los profesionales no terminan de encajar.
Lo cierto es que desarrollar videojuegos es una profesión relativamente nueva en nuestro país. Si bien la demanda de este tipo de perfil ha crecido de manera exponencial en los últimos años, también hay que notar que no se han cumplido las expectativas de crecimiento tecnológico esperadas para las empresas del sector.
Es en el mundillo indie en el que se reciclan muchos desarrolladores ya sea como profesionales —empleados en una pequeña empresa— o mediante el desarrollo de proyectos personales, muchas veces autofinanciados o respaldados por medio del denostado crowfunding. Esta posibilidad de una industria relativamente horizontal y con carácter DIY nos ha dado muchas alegrías pero también ha generado la llamada ‘burbuja del indie’ o, lo que es lo mismo, una situación en la que demasiados juegos compiten por la limitada atención del jugador.
Desde el punto de vista del desarrollador/artista, la situación actual es casi ideal. Comenzar a hacer videojuegos es muy sencillo así como encontrar eventos que promuevan el aprendizaje y el networking. Todo el mundo puede hacer videojuegos podríamos afirmar sin equivocarnos. Cualquier tipo de perfil es bienvenido.
El paso más complicado llega desde el punto de vista económico y se concreta a la hora de formarse como empresa. España es un país que no fomenta el emprendimiento y es aquí donde se encuentra el cuello de botella que hace a muchos desistir. Por su naturaleza, la creación de videojuegos es un negocio que no dará dinero hasta bastantes meses (sino años) después de ponerse en marcha el proyecto. Hasta que el producto no sale, no existe siquiera la posibilidad de recuperar una inversión que aumenta mes a mes.
Las condiciones en España están lejos de ser las ideales para los desarrolladores más pequeños que, como bien decía el ABC, en demasiadas ocasiones se ven obligados a salir del país. En nuestra mano está cambiar la situación. Creando juegos, asistiendo a eventos, y, sobre todo jugando, podemos demostrar que la industria del desarrollo merece ser tenida en cuenta.